El viernes salimos de León a las
siete de la tarde, muy tarde.
Llegando a Pajares, nos
retuvieron durante casi una hora, debido a una vuelta ciclista. Paramos a cenar
en un área de servicio, pues estaba claro que llegaríamos ya de noche. Todavía
tardamos bastante hasta el desvío al Collado de Pandébano, donde llegamos
pasadas las doce.
Un viaje largo y lioso, quizás
haya que modernizarse y dejarse en manos del GPS.
Sabíamos que el tiempo empeoraría
del sábado al domingo, por lo que era necesario aprovechar la ventana de buen
tiempo y subir el sábado.
Cambiamos el plan original que
consistía en dormir en el refugio, madrugar, escalar y volver a Pandébano, por
dormir en la furgoneta, madrugar, escalar y volver a la furgoneta. La furgoneta
estaba aparcada a una altitud de mil metros.
A las cinco y veinte nos
levantamos, desayunamos y hacia las seis y media salimos con dirección al Picú.
Amanecía, la temperatura era
perfecta para apretar el paso, en poco tiempo estábamos en la Tenerosa , pero el camino
se empina y el peso de las mochilas se hace más notable.
Llegamos a la canal de la Celada hacia las nueve y cuarto
y empezamos a escalar a las diez.
Para mí era la primera ascensión,
sin embargo, mi compañero de cordada ya había subido un par de veces
anteriormente, aunque ninguna de ellas por la cara este. Él abrió todos los
largos, limitándome yo a asegurar y recuperar el material.
La vía Cepeda fue abierta por “San
Pedro Udaondo”, allí por los años cincuenta, Es una de las más clásicas de la
cara este, todo un prodigio de intuición y lógica en la escalada. Alterna
muros, con diedros, chimeneas, fisuras, placas de adherencia…, todo lo que se
puede encontrar en una escalada en caliza.
No voy a describir sus nueve
largos y sus 350 metros
de escalada, no muy difícil, pues solo tiene dos largos de V+, pero sí es
exigente físicamente, tanto por su longitud, como por algún que otro paso
atlético.
Coincidimos con otras dos
cordadas por encima: Una, de unos chavales de LLodio, Gorka y Aimar, en nuestra
misma vía, pasamos buenos momentos durante toda la jornada. La otra, escalaba
por “Amistad con el Diablo”, la vía abierta por el gran Alfredo Iñiguez,
tristemente fallecido este año en un accidente en Quirós.
El caso es que ninguna de las dos
cordadas, como pudimos saber de buena tinta más adelante, tenía croquis de las
vías que querían hacer. Los que estaban haciendo “Amistad con el Diablo”, se
equivocaron de ruta, derivando peligrosamente por debajo y a la derecha del
paso “rompetobillos”, provocando caídas de piedra, que ni siquiera advirtieron.
Eso nos puso algo nerviosos, y
nos liamos en el sexto largo, donde no encontramos la reunión descrita.
Debiendo hacer unos zig-zag peliagudos para salir del paso. Perdimos bastante
tiempo. Se trata de una vira fácil (II-III), que a tope de cuerda debe dejarte
en una supuesta cómoda reunión de dos clavos. Nunca la encontramos.
En vez de agotar la cuerda,
debíamos haber montado la reunión intermedia en dos preciosos parabolts, que
son el inicio de una línea de rápeles hasta el suelo, y posible vía de escape,
si el tiempo u otras circunstancias lo aconsejan.
El paso del rompetobillos (V+),
justo antes del agujero, está muy lavado, pues todas las vías de la cara este,
confluyen en ese punto de obligada salida. No nos complicamos y lo forzamos en
artificial.
La salida por el agujero, que
comunica la cara este con la cara sur es farragoso. Un consejo: ¡Pasa primero
la cabeza!
Eran las cuatro de la tarde
cuando vimos la cara sur. Ya en el anfiteatro el escenario cambia, y tras unas
sencillas trepadas, por roca de excelente calidad, llegamos a la arista cimera
y después a la cima, en una media hora.
¡Que voy a decir de la cima! Tras
años de escalar, e imaginar estar un día aquí, por fin estás. Desde luego
sientes alegría y una gran emoción. Disfrutas de la cima, te sientas, comes,
sacas fotos, y no quieres irte. Pero la niebla que entraba por la canal de la Celada , comenzaba a invadir
la cara sur. Hora de bajar.
Durante todo el día, pudimos ver
como las nubes que se formaban en la cercana costa, crecían hasta hacerse
gigantes y engullir todo el territorio, desde el mar hasta nosotros. Dejando
sólo emerger las cumbres más significativas de Picos.
En los rápeles hubo aglomeración
y tardamos en bajar. Aunque compartimos cuerdas con otras dos cordadas, al
final se hizo eterno, y llegamos a pie de pared a las siete menos diez.
Volvimos por la canal de la Celada , ya cubierta por la
niebla. Como subimos las mochilas, no tuvimos que ir a buscarlas a pie de vía,
como les paso a otras cordadas. Tardamos tres horas en volver a Pandébano.
Llegamos agotados, además nos quedamos sin agua en la cima. Menos mal que en la
furgo teníamos más.
Conclusiones:
1º) Subir agua de sobra, aunque
pese.
2º) Ajustar el horario de salida
de León, para llegar al refugio, o a vivaquear en las cercanías de la vía. Para
lo cual hay que tener en cuenta: las 3 horas de viaje en coche y las 3 horas de
pateada hasta el refugio, total entre 6-7 horas. Y por supuesto la hora de puesta
del sol.
3º) Los cambios de tiempo son
rápidos en Picos: subimos con sol pero bajamos con niebla y orvallo.
La próxima vez, seguro que
mejoramos el tema logístico, jejeje….
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